19/01/11 Por Eric Holt-Gimenez
Y he aquí los pecados de la agroecología: reduce el consumo de agroquímicos, conserva material genético y depende del campesinado. La agroecología no sirve a los intereses de quienes se reunieron en Cancún sirve los intereses de su enemigo de clase.
La agroecología –aplicación de conceptos y principios ecológicos para el diseño y manejo de sistemas agrícolas sostenibles– es la mejor forma para que el agro haga frente al cambio climático. Remedia el calentamiento global al reducir la emisión de gases invernaderos y al capturar carbono. Mitiga los efectos globales al incrementar la resiliencia agrícola. Y facilita la adaptación porque ayuda al agricultor a responder de manera rápida ante los cambios de clima. Todo eso hace la agroecología mientras produce más comida por hectárea que la agricultura convencional.
Entonces, ¿por qué la agroecología no fue un tema fundamental en las negociaciones de Cancún? Hay que acordarse de que la ciencia agroecológica nació de observaciones ecológicas a los sistemas agrícolas tradicionales. Cuarenta años de acompañamiento, investigación, innovación y práctica entre científicos y campesinos han refinado la agroecología, resultando en un método sofisticado para manejar agro-eco sistemas diversificados y productivos que conservan el medio ambiente. También, ayudan a conservar in situ la semilla criolla campesina, un patrimonio genético irremplazable.
Y he aquí los pecados de la agroecología: reduce el consumo de agroquímicos, conserva material genético y depende del campesinado. Los primeros dos pecados reflejan la burda lógica del mercado agroindustrial que se opone férreamente a cualquier cosa que reduzca sus ventas. El tercero tiene una lógica de clase. Apoyar, fortalecer o provenir de un campesinado independiente siempre ha sido imperdonable para las clases pudientes. Durante medio siglo de modernización agrícola, el capital agroindustrial quiso eliminar al campesinado, (aun mientras le extraía el valor de su mano de obra, sus semillas y su sobreproducto). Ahora el capitalismo lo ve como obstáculo a su proyecto de financializar la crisis climática. La agroecología no sirve a los intereses de quienes se reunieron en Cancún sirve los intereses de su enemigo de clase.
Hace 12 años el huracán Mitch, evento climatológico por excelencia, azotó el istmo mesoamericano. Después de 30 años de desarrollo agrícola convencional, el medio ambiente –y los campesinos que ahí vivían– se encontraban vulnerables ante el fenómeno. El llamado “huracán de los pobres” soltó la lluvia de diez inviernos sobre las laderas erosionadas, las barrancas precarias y la golpeada frontera agrícola, y dejó 12 mil muertos.
Mientras los gobiernos y la cooperación externa negociaban planes de reconstrucción, los hombres y mujeres del Movimiento Mesoamericano Campesino a Campesino se organizaron en un esfuerzo masivo para medir y comparar el impacto del Mitch sobre la agricultura agroecológica y la agricultura convencional. El proyecto involucró a dos mil campesinos de Honduras, Guatemala y Nicaragua. Encontraron que, en comparación con las parcelas convencionales, las agroecológicas tenían 40 por ciento más capa fértil, 70 por ciento menos erosión y 50 por ciento menos derrumbes. Además tuvieron menos pérdidas económicas. Los campesinos descubrieron algo que los científicos ahora afirman: la agroecología reduce la vulnerabilidad ante los desastres naturales. También se dieron cuenta del corolario: la agricultura convencional aumenta la vulnerabilidad.
Publicaron sus resultados en revistas científicas. Instaron a sus gobiernos a reconstruir el campo a base de la agroecología. Ellos mismos podrían multiplicar el conocimiento de campesino a campesino.
¿La respuesta? El Plan Puebla-Panamá. En su gran sabiduría neoliberal, El Banco Interamericano de Desarrollo, los ministros de Agricultura de México y Centroamérica, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la cooperación europea vieron en Mitch una oportunidad perfecta para abandonar el campesinado y convertir la región en una enorme maquiladora. Según ellos, esta inserción en el mercado global traerá progreso económico a todo el istmo... Ya sabemos el resultado.
Los campesinos del Movimiento Campesino a Campesino aprendieron una lección dura: No basta tener la razón. Sin una organización política que ejerza presión, que fije políticas afines y que proteja al campesinado, la agroecología, por muy eficaz que sea, no tiene ninguna posibilidad de hacerle frente a los desastres naturales.
La destrucción neoliberal de la economías campesinas en México y Centroamérica provocó una ola migratoria sin antecedentes, seguida por la entrada de los monopolios mas voraces del planeta: Cargill, Monsanto, Syngenta, ADM, Wal-Mart... Mientras el Plan Puebla-Panamá agoniza por falta de inversiones (la región nunca tuvo la menor posibilidad de competir con China), los grandes capitales agro-alimentarios desmantelan y remodelan Mesoamérica a su gusto.
Frente a las sequías, huracanes, heladas y plagas que traerá el cambio climático, los servidores de la agroindustria se reunieron en Cancún para proponer mercados de carbono y la privatización de los bosques. No se mencionó la agroecología en las plenarias, despachos, ni pasillos oficiales. No hablaron del campesinado. No, la agroecología se alzó en las calles con el grito de los campesinos y las campesinas, quienes, negándose a desaparecer, nos ofrecen una vía productiva, limpia y justa para enfriar el planeta. Esta vez debemos apoyarles, por el bien de todos. www.ecoportal.net
Eric Holt-Gimenez - Director ejecutivo de Food First, Instituto de Política Alimentaria y Desarrollo
La agroecología –aplicación de conceptos y principios ecológicos para el diseño y manejo de sistemas agrícolas sostenibles– es la mejor forma para que el agro haga frente al cambio climático. Remedia el calentamiento global al reducir la emisión de gases invernaderos y al capturar carbono. Mitiga los efectos globales al incrementar la resiliencia agrícola. Y facilita la adaptación porque ayuda al agricultor a responder de manera rápida ante los cambios de clima. Todo eso hace la agroecología mientras produce más comida por hectárea que la agricultura convencional.
Entonces, ¿por qué la agroecología no fue un tema fundamental en las negociaciones de Cancún? Hay que acordarse de que la ciencia agroecológica nació de observaciones ecológicas a los sistemas agrícolas tradicionales. Cuarenta años de acompañamiento, investigación, innovación y práctica entre científicos y campesinos han refinado la agroecología, resultando en un método sofisticado para manejar agro-eco sistemas diversificados y productivos que conservan el medio ambiente. También, ayudan a conservar in situ la semilla criolla campesina, un patrimonio genético irremplazable.
Y he aquí los pecados de la agroecología: reduce el consumo de agroquímicos, conserva material genético y depende del campesinado. Los primeros dos pecados reflejan la burda lógica del mercado agroindustrial que se opone férreamente a cualquier cosa que reduzca sus ventas. El tercero tiene una lógica de clase. Apoyar, fortalecer o provenir de un campesinado independiente siempre ha sido imperdonable para las clases pudientes. Durante medio siglo de modernización agrícola, el capital agroindustrial quiso eliminar al campesinado, (aun mientras le extraía el valor de su mano de obra, sus semillas y su sobreproducto). Ahora el capitalismo lo ve como obstáculo a su proyecto de financializar la crisis climática. La agroecología no sirve a los intereses de quienes se reunieron en Cancún sirve los intereses de su enemigo de clase.
Hace 12 años el huracán Mitch, evento climatológico por excelencia, azotó el istmo mesoamericano. Después de 30 años de desarrollo agrícola convencional, el medio ambiente –y los campesinos que ahí vivían– se encontraban vulnerables ante el fenómeno. El llamado “huracán de los pobres” soltó la lluvia de diez inviernos sobre las laderas erosionadas, las barrancas precarias y la golpeada frontera agrícola, y dejó 12 mil muertos.
Mientras los gobiernos y la cooperación externa negociaban planes de reconstrucción, los hombres y mujeres del Movimiento Mesoamericano Campesino a Campesino se organizaron en un esfuerzo masivo para medir y comparar el impacto del Mitch sobre la agricultura agroecológica y la agricultura convencional. El proyecto involucró a dos mil campesinos de Honduras, Guatemala y Nicaragua. Encontraron que, en comparación con las parcelas convencionales, las agroecológicas tenían 40 por ciento más capa fértil, 70 por ciento menos erosión y 50 por ciento menos derrumbes. Además tuvieron menos pérdidas económicas. Los campesinos descubrieron algo que los científicos ahora afirman: la agroecología reduce la vulnerabilidad ante los desastres naturales. También se dieron cuenta del corolario: la agricultura convencional aumenta la vulnerabilidad.
Publicaron sus resultados en revistas científicas. Instaron a sus gobiernos a reconstruir el campo a base de la agroecología. Ellos mismos podrían multiplicar el conocimiento de campesino a campesino.
¿La respuesta? El Plan Puebla-Panamá. En su gran sabiduría neoliberal, El Banco Interamericano de Desarrollo, los ministros de Agricultura de México y Centroamérica, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la cooperación europea vieron en Mitch una oportunidad perfecta para abandonar el campesinado y convertir la región en una enorme maquiladora. Según ellos, esta inserción en el mercado global traerá progreso económico a todo el istmo... Ya sabemos el resultado.
Los campesinos del Movimiento Campesino a Campesino aprendieron una lección dura: No basta tener la razón. Sin una organización política que ejerza presión, que fije políticas afines y que proteja al campesinado, la agroecología, por muy eficaz que sea, no tiene ninguna posibilidad de hacerle frente a los desastres naturales.
La destrucción neoliberal de la economías campesinas en México y Centroamérica provocó una ola migratoria sin antecedentes, seguida por la entrada de los monopolios mas voraces del planeta: Cargill, Monsanto, Syngenta, ADM, Wal-Mart... Mientras el Plan Puebla-Panamá agoniza por falta de inversiones (la región nunca tuvo la menor posibilidad de competir con China), los grandes capitales agro-alimentarios desmantelan y remodelan Mesoamérica a su gusto.
Frente a las sequías, huracanes, heladas y plagas que traerá el cambio climático, los servidores de la agroindustria se reunieron en Cancún para proponer mercados de carbono y la privatización de los bosques. No se mencionó la agroecología en las plenarias, despachos, ni pasillos oficiales. No hablaron del campesinado. No, la agroecología se alzó en las calles con el grito de los campesinos y las campesinas, quienes, negándose a desaparecer, nos ofrecen una vía productiva, limpia y justa para enfriar el planeta. Esta vez debemos apoyarles, por el bien de todos. www.ecoportal.net
Eric Holt-Gimenez - Director ejecutivo de Food First, Instituto de Política Alimentaria y Desarrollo
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